Juan Antonio Orozco
I
Las bocas y los cuerpos
se arrullaban.
Yo vomitaba cenizas
y dormía con miedo
por acostarme a tientas,
con miedo a dormir en el tejado
de cualquiera de tus lunas.
Alacranes y ciempiés
bajaban por las vigas y tu piel
como quién cae al exilio.
Yo durmiendo a tientas y con sueño.
Me fui por el mundo
a quemar mis naves.
A quemarme andando.
II
Me recetaron píldoras de Dios.
Del mismo
que habitaba en rincones pueriles
y bajo las mesas.
Del Dios que buscaba para matar el aburrimiento
y me hacía vomitar.
Una píldora cada mañana, tarde y noche
antes y después de los alimentos
siempre que hubiera algo que agradecer.
Buscarlo por los mismos rincones
y bajo las mismas mesas.
dios es buen vomitivo.
III
Y seguí con miedo
porque nunca supe qué era blanco
y nunca me dijeron que era negro.
Porque nunca me dijeron
qué hacer
con un doble púber
en el maletero;
no me dijeron cómo perderlo
ni qué hacer sin él.
Seguía contando tarántulas
y dibujándome algas en los pezones,
poniéndole nombre de mes
a cualquier rostro,
llamando de ave a cualquier entrepierna.
Envuelto en algas podridas
seguí con miedo,
un miedo amoratado y rancio.
A veces estamos llenos de puertas
y no de salidas.
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