Desvelo
No puedo dormir:
tu fantasma ronda mis noches
con su séquito de imágenes punzantes.
Entre miradas nos sucedemos
Entre nosotros las miradas se hincan
no conocen de distancias ni saben olvidarse
aunque lo procuren por enojos transitorios.
Se buscan entre el ruido del mundo
y aún entre los insoportables silencios
que a veces nos impone la rutina
reencontrándose a cada rato
a cada lamento, a cada piel deseada
a cada muerte y resurrección de cualquier horario
entre alguna vigilia telaraña o escaramuza.
Nuestras miradas no tienen epitafios
sólo hojas que arrastran nuestros más
profundos otoños cuando cerramos los ojos
y olvidamos que pretendemos olvidarnos
dejando al viento la alborotada ingravidez
del desapego . Nuestras miradas
no tienen autocontrol
son como corceles salvajes recorriendo desiertos
sobre los que una sed cansada que se extiende
no se sacia. Vasto espacio
de maletas a medio llenar. Viajes inconclusos
hacia el sur de los muchos anhelos.
Entre nosotros las miradas gritan o callan
pero jamás se despiden.
Volveré sin equipaje
Volveré a reunir las palabras
que te contienen en cristales rotos
a untar miel en tu oído aislado
mientras miras con tu cuerpo despoblado y frío
mis manos dialogando con tu piel incrédula
y la temible tempestad en tus ojos
cediendo como una sustancia muerta
sobre las mejillas.
Volveré a colmar tu corazón despojado
herido, embriagado de necesidad
le hablaré en susurros
lo rozaré apenas
con el pétalo del silencio
en el que he sembrado tanta añoranza
tanta espera reprimida.
Volveré y permaneceré a tu lado
sacaré las espinas de tu pecho de una en una
arrancaré tus hojas secas, tus frutos muertos
y te regaré con vientos, besos y palomas
para que ocupen tu frente aletargada
se enreden en el oleaje de tu cabello alborotado
y escurran como dedos de agua sobre tu espalda.
Volveré quizá cuando el ocaso
cierre sus ojos y no nos mire más
cuando el tiempo se equivoque
y nos orille a nuestro encuentro
cuando las buenas razones se acaben
y la locura nos embargue
cuando la cicatriz sea hierba muerta
y la lluvia se detenga en la mirada
retoñando así esta necesidad tan nuestra.
Entonces
tal vez entonces
volveré sin equipaje
para quedarme.
Nos quedamos en silencio
Nos quedamos en la orilla del beso
mirándonos, callándonos.
No había mucho qué decir
pero sí mucho que olvidar.
A veces intentaba acercarme
a tu oscuridad viscosa que se nos pegaba
a los párpados para que no pudiéramos vislumbrar
más allá de lo permitido por el desacierto.
Después las yemas se nos llenaban de astillas
y nuestras manos fragmentadas se aventuraban
al vacío de sus propias palmas despegadas
—en las realidades ausentes
uno siempre se fabrica huecos para esconderse.
Entonces nos quedamos en silencio
mirándonos sin tiempo
aunque saturados de memorias
como palomas rotas en el viento.
Un rastro de palabras
Te escabulles en mis pensamientos durante las largas noches frías del invierno en que no estás a mí lado y mis brazos se aferran a tu viento inmóvil mientras te espero a la orilla de la espera en ese preciso lugar de lo que se va y regresa. Pero no regresas aquí a mi resignación. Así que te pronunciaré dejando un rastro de palabras para que me encuentres nuevamente en esta o en cualquier otra página temblorosa donde las palabras que leas te convenzan con su aroma y donde al fin me quieras aunque regreses incompleta. —Y no es conformismo es esta infinitud tuya que no se agota.
Alejandro Franco (Guadalajara, Jalisco, 1979). Estudió Ciencias de la Comunicación en la Universidad Autónoma de Guadalajara. En mayo de 2019 publicó su primer libro de poesía, Tu rostro sin ti (Acento Editores). Ha colaborado con poemas para algunas revistas digitales de literatura, como El Guardatextos y Carruaje de Pájaros.
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