Andrés Acosta
Hay días que no somos, que parece haber kilómetros entre tu piel y mis pulgares ... entre mi pecho y tus lunares.
Y pasa que lo entiendo; el no siempre ir arriba, el asfixiante silencio que enmudece ciudades enteras. La hostil postura de cuerpos suspendidos.
Me acerco lentamente. Hago un cuenco con mis manos y, rozando apenas tú barbilla, atrapo una a una las piezas rotas que brotan de tus cristales.
Nos tumbamos en el suelo hasta que la tormenta pase y pruebes de mis besos la salida de emergencia.
Es entonces que nace la más bella de tus sonrisas; la de victoria, con la que te sientes fuerte, ... en la que yo me rindo.
Aprietas suave y lluevo por dentro, me empapas de primavera cada célula ... y nada turbe, nada nos duele.
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