Laura Aguirre
Te vi y los girasoles en mi pecho
voltearon hacia tu luz.
Llegas como quien busca un refugio
en medio de la lluvia
y lo encuentra.
Un escalofrío recorre mi piel.
Es como si supiera en qué termina
la historia que ni siquiera
ha comenzado.
Acercarme es ponerte en peligro,
pero alejarme no te mantendrá a salvo.
Me lo pienso una, dos, tres veces más...
Tardo demasiado
y eres tú quien termina aproximándose.
Tengo miedo.
Aparece una imagen en mi cabeza
y recuerdo que hay cercanías
que lastiman más
de lo que puedo soportar.
Sin embargo, no quiero que te alejes.
Por un momento mis heridas
han dejado de doler
pero temo que se encariñen contigo.
Dicen que quien está lacerado
lastima al que se le acerca,
y por más que me esfuerce
en desmentirlo
no te puedo asegurar
que salgas ilesa de esto.
Lo que sí sé
es que quiero que me comprendas.
Que si me miras y apartó la vista,
no es tu culpa.
Una vez me vi en unos ojos
que no me miraban.
Y si cuando tomes mi mano
trato de soltarme,
sostenla con firmeza
porque con un poco de suerte
mi sangre dejará de correr.
Que si estoy distante
no dejes de velar por mí.
Tengo una historia terminada
que no acaba nunca
y por las noches
le gusta venir y recostarse
en el lado izquierdo de mi cama.
Y si te fallo
que sepas que primero
me fallé a mí,
pero juro que cada día
lo seguiré intentando.
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