David Barajas
Voy a buscarte en la
infancia de tus ojos
cuando tu silueta era
un mapa horizontal
y tu voz el
ambiente natural de los días.
Para empezar, podríamos optar
por presentarnos, como una
manera torpe de romper
los convencionalismos y con esto superar los
límites fragmentarios de nuestra
relación,
mientras ambos nos falseamos
en el estrechamiento de nuestras
manos
(siempre me dijeron que mis manos eran
una réplica de las tuyas:
Grandes
Morenas
Delgadas
Con raíces fuertes de venas)
pero yo te diré que reprobé todo
parecido:
hace tiempo que dejé la metáfora del espejo.
Entonces nos pondremos serios
y charlaremos sobre el temor y el olvido:
que me cansa mi nombre y el espacio de
tu apellido en mi vida,
que en ocasiones suelo dejarlo en
la caída de los espacios,
en los silencios de mi cuerpo, y que
a veces las indecisiones de
mi vida se parecen a ti
pero eso ya no importará
porque ahora te hablo
en el tiempo justo, cuando los hombres
entramos en el medio día no para romper
la estructura sino a renombrarla
y comprender, así,
que las melodías de las charlas no implican
agresiones, sino, más bien, el correlato de todas las vidas ausentes, una demanda tardía a cumplir
voy a buscarte en la infancia de tus ojos, esperando que no sea demasiado tarde
para contrarrestar la leyenda,
y devolvernos al mundo en el lienzo de nuestra pintura.
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